El mundo en el que vivimos y los alimentos que comemos han cambiado
drásticamente con el tiempo. Sin embargo, nuestra biología se ha
mantenido igual en gran medida. Puede hacernos creer que estamos en
riesgo de inanición y hacernos buscar alimentos ricos en energía, sal,
grasa y azúcar.
Piense en nuestra vida cotidiana: la mayoría de nosotros viaja en
automóvil o transporte público al trabajo. Contamos con ascensores y
escaleras mecánicas para llevarnos donde necesitamos ir sin una gota
de sudor. Los trabajos de oficina y la vida de la ciudad a menudo
significan que tenemos que estar sentados por períodos prolongados.
Estamos rodeados de una gran cantidad de sabrosos alimentos y bebidas
a los que tenemos fácil acceso. Y hay tanto para preocuparse y ponerse
al día, ya sea en el trabajo, en nuestras vidas privadas o en las
redes sociales. Por lo tanto, dormimos menos y nos estresamos más.
Pero no muchos de nosotros somos conscientes de cómo se relacionan
todas estas cosas con la obesidad. Para comprender esto, debemos
viajar en el tiempo.
“¡Coma o se lo comerán!” Imagine vivir hace 50 000 años en la Edad de
Piedra. Lo único que les importaba a nuestros ancestros era obtener
calorías a través de la caza, la recolección o la pesca. Eso, y evitar
convertirse en la comida del día de los grandes depredadores.
La comida era escasa, por lo que estar bien alimentado significaba
una mayor probabilidad de supervivencia y también una mayor
probabilidad de reproducción. La clave del éxito era conseguir
alimentos con mucha grasa, azúcar y sal. Por eso nuestros cuerpos han
aprendido a buscar y preferir los alimentos ricos en energía para
atravesar períodos de hambre.
Ahora podría pensar que debemos ser bastante diferentes de nuestros
ancestros. Pero los sistemas que los ayudaron a sobrevivir aún están
activos en nuestros cuerpos hoy y, a menudo, funcionan fuera de
nuestro conocimiento consciente.
Los fabricantes de alimentos, los supermercados, los restaurantes y
las cadenas de comida para llevar se han percatado de nuestras
preferencias alimentarias. Ahora ofrecen una gran variedad de
alimentos baratos, deliciosos y ricos en energía que combinan sal,
azúcar y grasa. Esta es una combinación poderosa para nuestros
sentidos, mucho más poderosa que lo que nuestros cerebros han
evolucionado para enfrentar. Por eso es difícil resistirse al tentador
olor de la comida que actualmente nos rodea.
No debemos sorprendernos cuando agrandamos nuestro pedido de comida
para llevar o llenamos nuestro carrito de compras aunque no tengamos
hambre. Nuestra capacidad de resistirnos a estos alimentos
deliberadamente tentadores está determinada por una variedad de
factores, incluida la genética, y varía de una persona a otra.
Entonces, el aumento global en la obesidad no es resultado de una
pérdida repentina de voluntad. En cambio, el aumento de peso se
entiende como una reacción natural a vivir en un entorno que ha
cambiado más rápido de lo que nuestra especie ha podido adaptarse.
Nuestro entorno moderno presenta muchos factores que nos ponen en
riesgo de tener obesidad. Muchos de estos factores están más allá de
nuestro control, pero afortunadamente, todavía hay muchas cosas que
podemos hacer. Reestructurar su entorno es una de ellas.
Para obtener una guía sobre cómo reestructurar su entorno, lea el
artículo Hack your hunger: How to plan, prepare and eat healthy food.