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¿Su talla de jeans? Está en sus genes.
Algunas de las primeras pistas de una relación entre los genes y la obesidad surgieron en 1952 de un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan. Estos llevaron a cabo un estudio en el que participaron 81 pares de mellizos o gemelos de escuelas secundarias mayormente locales. Se realizaron numerosas mediciones entre los mellizos y/o gemelos, incluidos el largo del pie, el largo del antebrazo y hasta la altura de la nariz.
Las mediciones les permitieron a los investigadores averiguar qué tan probable era que estos rasgos diferentes fueran heredados de sus padres; esto se denomina heredabilidad. De todas las características diferentes que midieron los investigadores, descubrieron que los rasgos con la tasa de heredabilidad más alta eran el peso corporal y la circunferencia de la cintura.
Desde entonces, se han llevado a cabo muchos estudios similares que también compararon mellizos o gemelos que no han crecido juntos. Los gemelos idénticos fueron igualmente similares en peso, independientemente de haber sido criados juntos o separados desde el nacimiento. Esto muestra el poder de los genes que supera al ambiente en la determinación del peso corporal. En conjunto, estos hallazgos proporcionan evidencia indiscutible de que la genética desempeña una función central en la obesidad. Algunas pruebas sugieren que la contribución genética está entre el 40 y el 70 %. Esto significa que los genes que hereda de sus padres pueden aumentar su riesgo de desarrollar obesidad.
¿Cómo afectan los genes al peso?
La investigación en este campo está en curso. Pero lo que sí sabemos es que los genes influyen en lo siguiente:
- Qué cantidad de alimentos tendemos a comer de una vez
- Cómo respondemos a la sensación de saciedad
- Cuánto disfrutamos de cierto tipos de alimentos
- Cuánta energía necesitamos para llevar a cabo las funciones básicas de nuestro cuerpo
- Cómo y dónde se almacenan las calorías en exceso en
forma de grasa en nuestro cuerpo
Ahora sabemos que estos factores podrían tener menos que ver con nuestras personalidades y elecciones de estilo de vida, y estarían más relacionados con nuestros genes.
Nuestro entorno ha cambiado, pero nuestros genes no
Pero, si ese es el caso, ¿por qué había muy pocas personas con obesidad hace cien años? Como el genetista Francis Collins lo explica: “La genética carga la pistola y el entorno jala del gatillo”.
Nuestros genes no han cambiado en los últimos cien años. De hecho, han permanecido sin cambios en gran medida durante los últimos 50 000 años. Lo que ha cambiado es nuestro entorno. Y, al igual que algunas personas desarrollan alergias en determinados entornos, algunos de nuestros genes también pueden activarse y cambiar a causa del entorno.
Ahora vivimos en un entorno diferente, con diferentes tipos de estrés, alimentos y tecnología. Estos interactúan con nuestros genes de una manera nueva. La obesidad es parte del resultado.
La genética hace que algunas personas tengan más riesgo de tener obesidad en el entorno actual.
El profesor Joseph Proietto, investigador y médico especialista en obesidad, explica la base genética de la obesidad pidiéndonos que pensemos en dos ollas de diferentes tamaños: una olla tiene cinco litros mientras que la otra tiene cincuenta. Las ollas se colocan bajo la lluvia durante la noche y por la mañana ambas están llenas de agua.
No es sorprendente que la olla más grande contenga más agua que la olla más pequeña. El profesor Joseph Proietto explica que esto se debe a que la olla más grande fue hecha para contener más agua. “En otras palabras, uno necesita su composición genética (cómo se hizo la olla) y el entorno (la lluvia) para desarrollar obesidad”, afirma.
Encuentre una estrategia de control del peso que se adapte a usted
Entonces, ¿cómo podemos usar esta información? Después de todo, no podemos cambiar nuestros genes. Pero nuestras diferencias genéticas individuales pueden hacer que corramos más o menos riesgos de desarrollar obesidad. Por lo tanto, cuanto más sepamos sobre nuestros genes, más información tendremos para tomar decisiones informadas sobre el control del peso. Por ejemplo, podemos intentar minimizar nuestra exposición a factores ambientales que aumenten el riesgo de desarrollar obesidad.
Y debido a nuestra composición genética individual, podemos responder de manera diferente a los diferentes tipos de tratamiento. Lo que funciona para una persona, podría no funcionar para otra. Por eso, cada uno necesita un enfoque individual para el control del peso.